sábado, 2 de julio de 2011

Una Deuda de honor



DESMALVINIZACIÓN O UNA DEUDA DE HONOR?

A más de ciento setenta años de la usurpación inglesa y a casi treinta de la finalización de la guerra, el archipiélago de las Islas Malvinas, está siendo convertido en una pieza estratégica para el dominio geopolítico del Atlántico Sur. La mayoría de la ciudadanía Argentina parece indiferente a este hecho. El intento de olvidar la guerra de las autoridades militares  de los meses posteriores a la finalización del conflicto de Malvinas de 1982, la desmalvinización, parece haber rendido sus frutos. Una vez en el continente y  hasta 1984, ya instalado el gobierno democrático, se censura a los soldados veteranos prohibiéndoles referirse a lo sucedido durante la “Guerra de Malvinas” que se extiende entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982. “Es difícil apreciar el coraje del que pierde” afirma un excombatiente. “Los pueblos que no tienen memoria no se  transforman en Naciones”, afirma otro.
Para unos pocos argentinos, el conflicto y la situación en Malvinas es una herida abierta y sienten que con los veteranos de guerra han contraído una deuda de honor.  Aparentemente son los ingleses quienes reconocen el coraje y el mérito de los soldados argentinos convocados por el gobierno de entonces para “defender la Patria”.
José Carrizo, combatiente de la sangrienta batalla de Monte Longdon, sobrevive al intento de fusilamiento de un inglés. El suceso es relatado por el paracaidista británico Vincent Bramley en su libro “Excursión al Infierno”. Las organizaciones de derechos humanos están investigando los hechos violatorios de la Convención de Ginebra, como el relatado y el hundimiento del Buque Escuela “General Belgrano”. Las circunstancias que llevan al país a un conflicto que no desea y para el cual no está preparado, no se inician  el dos de abril con el desembarco argentino en las Islas Malvinas.
El archipiélago del Atlántico Meridional, conocido como Islas Malvinas, con 11.718 km2 de superficie, situado a unos 550 km al este de las Costas Patagónicas es descubierto en 1520 por un piloto desertor de la expedición de Magallanes, Esteban Gomez. A fines del siglo XVIII pescadores franceses del Puerto de Saint Maló que operan en la zona, llaman a las Islas descubiertas “Malouinas” y de allí deriva su nombre castellano “Malvinas”-; el archipiélago está formado por una serie de islotes e islas de las cuales las mayores son la Soledad –donde está ubicada la capital Puerto Argentino (Puerto Stanley)- y la Gran Malvina al oeste, separadas por el Estrecho San Carlos. Casi todas las tierras de pastoreo y ganado son propiedad de una compañía privada británica. El Reino Unido considera al archipiélago -que llama Falkland- como una colonia de la corona. La usurpación inglesa de las Islas se produce el dos de enero de 1833, cuando la fragata Clío atraca en Puerto Soledad, echando al gobernador argentino Luis Vernet. Los ingleses ocupan las instalaciones argentinas y desalojan a los habitantes argentinos, tomándolos prisioneros, en un claro acto de usurpación e invasión colonialista.
En ese momento, el gobernador de Buenos Aires, a cargo de las relaciones exteriores, Juan Ramón Balcarce, inicia los reclamos a Gran Bretaña y protesta por la ocupación por la fuerza de las Islas. Desde ese momento la República Argentina, reclama diplomáticamente a Inglaterra, intentando recuperar la soberanía del archipiélago de las Islas Malvinas.
En 1964 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ordena la descolonización del territorio y en 1976 la Organización de los Estados Americanos (OEA) reconoce el derecho de soberanía de nuestro país sobre las Islas Malvinas.
En los primeros días de 1982 el gobierno de facto del General Galtieri, planea la operación Rosario: ocupar las Islas, instalar un gobierno argentino, retirada inmediata de las fuerzas argentinas intervinientes, excepto los efectivos necesarios para garantizar la seguridad. El objetivo era obligar a los ingleses a encarar seriamente las negociaciones sobre la soberanía, de acuerdo con la resolución de las Naciones Unidas. No se prevé una reacción de la magnitud de la británica,  siendo aprovechada la situación por el gobierno de Margaret Tacher,  con la intención de  recuperar el prestigio político que está perdiendo lentamente.
El desembarco argentino está previsto para el mes de mayo, pero un incidente producido el 19 de marzo de 1982 en las Georgias del Sur precipita los hechos.
Una empresa privada nacional envía a un grupo de trabajadores argentinos para desmantelar una factoría ballenera, con el consentimiento y la autorización del gobierno británico. No obstante, el gobierno de las Islas, ordena el traslado del buque HMS ”Endurance”  para desalojar por la fuerza a los trabajadores y devolverlos al continente. Este incidente provocó la reacción del gobierno de Galtieri.
Se especula que el gobierno de facto advirtió la posibilidad de que la “causa nacional Malvinas” le permitiera perpetuarse en el poder.  Más allá de los juicios de valor que hagamos hoy, a más de dos décadas de estos hechos, lo cierto es que en ese momento en la Plaza de Mayo, se producen  actos masivos de adhesión a la decisión tomada por el gobierno militar. Tanto las fuerzas vivas, como artistas y políticos de renombre se manifiestan públicamente reivindicando y apoyando el intento de recuperación de las Malvinas.
El desembarco se produce el dos de abril y un día después se nombra gobernador militar al General Benjamin Menendez. En Buenos Aires, se discute si la amenaza del gobierno inglés  de enviar la flota británica es real. “Si quieren venir que vengan, le presentaremos batalla”, arenga Galtieri desde el balcón de la Casa Rosada a la multitud reunida para apoyar el intento de recuperación.
La flota inglesa llega. El 1º de mayo se produce el primer ataque aéreo inglés a Puerto Argentino y Puerto Darwin. Los intentos de desembarco son rechazados por los soldados argentinos. El dos de mayo, el submarino atómico “Conqueror” ataca al buque escuela “General Belgrano”, fuera de la “zona de exclusión”. Ese crimen de guerra produce 323 víctimas. En un vano intento de lograr la paz, llega al país el Papa Juan Pablo II el 11 de junio. En las Islas se derrama la sangre de los soldaditos niños, en trincheras cavadas apresuradamente por ellos mismos.
Mientras estos tristes hechos se producen en el Atlántico Sur, en Buenos Aires  y la mayoría de las ciudades del país, se sigue con atención el desempeño del seleccionado de fútbol que incomprensiblemente se halla en España para disputar el Mundial de Fútbol de 1982. el 13 de junio fuerzas británicas profesionales penetran las defensas argentinas.
En Buenos Aires, lejos del fragor de la batalla, se realizan manifestaciones por la no-rendición. El 14 de junio, el Comandante Británico Jeremy Moore y el General argentino Benjamin Menendez firman el alto el fuego y la rendición, mientras  en Buenos Aires se realiza una manifestación en rechazo a la rendición.
Las fuerzas armadas aclaran que la Argentina firmó una capitulación y no una rendición incondicional. Los estudiosos de las guerras reflexionan acerca del hecho de que el promedio de bajas inglesas por día de combate, fue el más alto desde la segunda guerra mundial, ilustrando con datos estadísticos:  en Corea Inglaterra perdió 537 hombres en tres años y en Malvinas perdió 255 en 45 días. La sangre derramada en el suelo argentino de las Islas Malvinas de 635 compatriotas y los 1068 heridos -en el cuerpo y en el alma que volvieron al continente-  son prueba más que suficiente de que esta  guerra es mucho más que datos estadísticos.
Los especialistas en Política Internacional analizan hasta el cansancio los móviles de  Galtieri y su gobierno para lanzarse hacia esa descabellada aventura de desafiar a Inglaterrra y los de Tacher para responder como lo hace. Se especula sobre las razones que tuvo el gobierno inglés para impartir órdenes inmorales, como por ejemplo, hundir un buque escuela desarmado. Se buscan  las razones que llevaron a un país vecino como Chile a facilitar el accionar de los combatientes ingleses, se intenta descifrar la razón por la cual el poderoso Estados Unidos de Norteamérica da su apoyo material a un país no americano, violando el tratado vigente TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca):
“La agresión a un Estado Americano es una agresión a todos los Estados Americanos que integran la Comunidad”. Cualquiera sean las respuestas a tantos interrogantes no parecen relevantes a esta altura de los hechos.
Mientras tanto los excombatientes de Malvinas permanecen olvidados por la ciudadanía Argentina y las autoridades del País. Periódicamente en el mes de abril o en junio de cada año, es noticia en los medios de comunicación por unos pocos minutos. Quizá algún periódico nacional publica una noticia referida a un veterano que se suicida. Seguramente los turistas que pasean por Plaza San Martín recorren el cenotafio de mármol negro con el nombre de los combatientes caídos en la “guerra de Malvinas”.
Ante estos hechos aislados, la mayoría de la población permanece indiferente. La desmalvinización fue un éxito. No hay peor sordo que el no quiere oir ni peor ciego que el que no quiere ve. No queremos ver a los veteranos de guerra de Malvinas.
Se suele culpar exclusivamente al gobierno de facto que decidió el desembarco del 2 de abril, aunque son los responsables, no parecen ser los únicos culpables.
Una sociedad madura no distribuye las culpas, asume sus responsabilidades. Más allá de la desmalvinización debemos ser conscientes que todos los argentinos hemos contraído una deuda de honor con los soldados que pelearon en Malvinas. Con los que allí quedaron, con sus familias, con los que regresaron y fueron ocultados, marginados y vapuleados por la sociedad. Con los que se suicidaron por no poder superar los terribles momentos vividos en el Atlántico Sur. Con los que fueron mutilados en las batallas, con los que sufrieron humillaciones y escarnio por parte de algunos oficiales argentinos. Con los que sufrieron hambre y frío, mientras en las ciudades continuábamos con nuestras vidas. Dejemos atrás la actitud infantil de creer que la culpa la tiene el otro. Sólo así algún día podremos dejar atrás las dificultades que enfrentamos como Nación. Solo así lograremos que las naciones del mundo acepten la verdad: las Malvinas son argentinas, aunque las gobiernen, las colonicen y las exploten los ingleses.  Si ello ocurre, seguramente un día ondeará la bandera Argentina en el territorio de las Islas Malvinas, que fueron, son y serán argentinas.

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