sábado, 30 de marzo de 2013

SS Francisco

El Padre Jorge

Faltan pocos minutos para el mediodía en Roma, la ciudad eterna.
Los fieles cristianos se congregan en la Plaza San Pedro y esperan con paciencia que el papa Benedicto XVI se asome por la ventana de su despacho y les hable por última vez.
Unos cien mil peregrinos provenientes de todo el mundo, llenan la plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación. Benedicto XVI sereno y contento se asoma en la ventana justo al mediodía para hablarle a los fieles por última vez.
Desde el balcón de sus habitaciones y aclamado por la multitud emocionada, con voz clara y sonora inicia el Ángelus citando el evangelio de la transfiguración sufrida por Cristo, mientras oraba hace más de dos mil años. Luego les dice que su renuncia, la primera en más de seis siglos, no significa abandonar la iglesia. Los fieles que llenan la plaza aplauden, algunos jóvenes, ancianos y niños lloran al despedirse del Sumo Pontífice.
Cuando el Papa abandona la ventana, los fieles comienzan a desconcentrarse lentamente.
La Plaza San Pedro va quedando extrañamente vacía. Esa magnífica plaza proyectada por el gran arquitecto Gian Lorenzo Bernini en el siglo XVII frente a la Basílica de San Pedro, erigida en el sitio donde fue martirizado y crucificado Pedro, el apóstol de Jesús y el primer Papa de la Iglesia Católica.
Transcurren unos pocos días y la sede de Pedro está vacante; la noticia corre como reguero de pólvora hacia todas partes, llegando en pocos minutos a los confines del mundo. Los cardenales católicos se preparan para viajar al Vaticano. Nunca fue tan cierto el refrán “Todos los caminos conducen a Roma”.
El camarlengo se ocupa de las cuestiones de la Iglesia hasta que se elija al nuevo Papa.
Se inicia el cónclave y los medios de comunicación mencionan a los cardenales que consideran papables, es decir con más posibilidades de ser elegido Papa mientras algún periodista recuerda el refrán romano “quién entra Papa (al cónclave), sale cardenal”. Se vaticina que el cónclave no será corto. Pero las predicciones no se cumplieron.
Muy pronto el humo blanco anuncia que ya fue elegido el nuevo Pontífice y minutos después se anuncia “Habemus Papam” seguido del nombre: Cardenal Jorge Mario Bergoglio que elige ser llamado Francisco.
Instantes después cuando el Papa Francisco sale al balcón, aclara que “los hermanos cardenales fueron a buscar al Papa casi al fin del mundo... y aquí estamos....”. Por primera vez en la historia de la iglesia se elige un papa nacido en Sudamérica, en el fin del mundo, en La Argentina.
Dias después, el diario Corriere della Sera revela que el Papa Francisco fue elegido por una amplísima mayoría, más de 90 votos sobre los 115 posibles.
Y transcurrren los días.....Es domingo en Roma. Durante toda la mañana, los peregrinos se acercan a la Plaza San Pedro congregándose frente a la ventana desde donde hablará el Papa Francisco.
La eterna ceremonia se producirá como siempre a las doce en punto. Pero quizá algo distinto está por ocurrir. El Sumo Pontífice que hasta hace pocos días vivía en Buenos Aires, fue educado de manera distinta a otros Papas. Conoce de cerca la pobreza, conoce las villas del conurbano de la gran ciudad. Las conoce porque las ha caminado solo, ha hablado con los que viven en ellas y con los desposeídos y ha vivido como ellos.
Con la esperanza puesta en mi compatriota, el nuevo Papa Francisco, cumplo su pedido y oro por él.
Rezo por él, esperando que los poderosos intereses del Vaticano no le impidan ser un papa parecido al Cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, conocido por todos como el Padre Jorge.