jueves, 10 de septiembre de 2015

es el Peronismo?




En el año 2013 murieron 891 personas en Argentina por hambre o desnutrición, los muertos del 2014 se desconocen porque los organismos oficiales no llevan estadísticas por decisión gubernamental pero se estima que es mayor. Según un estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Católica Argentina, 2 de cada 10 niños del país no acceden a una alimentación en cantidad y calidad adecuadas. De esa proporción, la mitad padece “inseguridad alimentaria severa”, que significa que sufren hambre por causas económicas. Ante esta situación, los funcionarios reaccionan de maneras diversas: desde el discurso del Gobernador Capitanich que atribuye las muertes a “una cuestión cultural”, hasta el Ministro Kiciloff que desfachatadamente afirma que “contar los pobres es estigmatizarlos”, pasando por la presidente que con voz que se escucha acongojada afirma “No quiero parecerme a países que dejan morir chicos en las playas” pero no hace mención alguna a los que por desidia del gobierno, mueren en nuestras pampas o selvas; las opiniones de los funcionarios tienen variados matices  pero tienen en común que no reconocen la responsabilidad que tienen y le derivan el problema a otros.
Mientras que la pobreza y el clientelismo hace estragos en diferentes zonas del país, los funcionarios y sus familiares viven su vida de lujo y comodidades con empleos que casi nunca merecen,  pero que están en exceso remunerados permitiéndoles a sus hijos y parientes,  fastuosos viajes que no siempre pagan con fondos propios.
Funcionarios sospechados de delitos graves o procesados por la justicia siguen su rutina diaria sin que el brazo de la ley los alcance, sintiéndose dueños del dinero y los destinos del pueblo lo emplean para cuestiones superfluas sin establecer prioridades dictadas por el sentido común.
Miles de Millones de pesos se destinan para “Futbol para todos” a pesar de la violencia que se produce en ese deporte, miles y miles se emplean para pagar “espectáculos” y “artistas” o para inaugurar  edificios innecesarios cuando una gran parte de la población padece hambre y enfermedades evitables,  bautizándolos con el nombre “Nestor Kirchner”, infringiendo una vez más la ley de nombres.
Tratar de Dialogar con un partidario del gobierno es imposible porque no quieren admitir grietas en su accionar, no tienen autocrítica y ven la brizna de paja en el ojo ajeno pero no ven la viga enorme en el propio.
La sra presidente ha invertido tiempo, dinero y esfuerzos en vapulear la figura de Cristóbal Colón a quien no ha perdonado ni después de muerto,  sin haber evaluado su accionar con la perspectiva que debería haberle dado la historia,  pero no recibe a los Qom que acampan desde febrero muy cerca de La Rosada solicitando una reunión con la primera mandataria para exponerle su situación ni ordenando a los gobernadores feudales que les devuelvan sus tierras.
Poblaciones enteras carecen de agua potable, energía eléctrica, cloacas, alimentos, viviendas dignas, educación  pero los gobernantes sostienen un relato semejante a los cuentos de hadas y sacan a relucir una vez por minuto la asignación universal por hijo, que parece ser el caballito de batalla más usado por los políticos k.  
Mientras el 60 % de la ciudadanía llama a corruptos, ladrones y otros epítetos similares a los kirchneristas, los kirchneristas llaman gorilas, cipayos, oligarcas y vendepatrias a sus oponentes y sacan a relucir las figuras de Evita, Perón, Nestor K o Cristina y aseguran que la oposición es partidaria de la “dictadura”, utilizando muy convenientemente el espantoso pasado argentino y desconociendo que la base de la democracia es la libertad de opinión, el debate y el diálogo.
Ante esta situación, considero que,  como decía Borges,  “los peronistas son gente que se hace pasar por peronista para sacar ventaja”, que ya no existen los peronistas de Perón, porque con todos los errores que cometió el “viejo”, (que como ser humano que fue, seguro cometió algunos), jamás hubiera avalado que un gobernador le echara la culpa de su propia muerte al niño muerto por desnutrición o a su familia, afirmando que la muerte de esos niños es “una cuestión cultural”.