jueves, 12 de junio de 2014

el mundial de futbol vs la guerra de Malvinas



El 13 de junio de 1982 se inicia el Campeonato Mundial de Futbol de España  en el Cam Nou de Barcelona. En la ceremonia inaugural, más de tres mil estudiantes sobre el césped impecable del campo de  juego,  forman diversas figuras, destacándose entre ellas, paradójicamente, una paloma de la paz, mientras tanto, allá en el fin del mundo, en unas islas desconocidas para la mayoría de los europeos, cientos de soldados argentinos luchan en soledad,  defendiendo la soberanía de las islas usurpadas por los ingleses.
El seleccionado argentino cómodamente instalado en España,  está formado por célebres y afamados jugadores  como Diego Maradona, Ramón Díaz, Ubaldo Fillol, Mario Kempes, Américo Gallego, Daniel Pasarella, Alberto Tarantini, etc  -y como comprobaríamos después ricos y famosos no solo por saber patear la pelotita. En el momento más aciago para las tropas argentinas en Monte Longdon y alrededores, mientras  cientos de cuerpos de soldados conscriptos de 20 años quedan sobre la nieve lejos de sus madres y sus seres queridos,  el seleccionado argentino pierde ante el de Bélgica por uno a cero. Los costosos y requeridos jugadores argentinos no solo pierden el partido sino también la oportunidad de hacer saber a la prensa mundial que a pesar de dedicarse a la frívola tarea de disputar partidos de futbol ganando millones por eso, también apoyan a los soldados que participan en una guerra no deseada en unas islas que aunque usurpadas,  pertenecen al territorio argentino.  Silencio total ante la prensa mundial de nuestros  futbolistas seleccionados para representar a la Patria y los dirigentes de la AFA. Un día después, mientras las autoridades políticas argentinas decretan el cese del fuego y  se siguen produciendo focos de resistencia de las tropas argentinas, los jugadores se entrenan pensando en el próximo partido con Hungría.
En los días posteriores los combatientes argentinos son tomados prisioneros y algunos son  torturados y fusilados por los ingleses, pero los dos triunfos sucesivos del seleccionado de futbol en la “madre patria” tapaban las tristes noticias de la derrota en una guerra desigual que peleamos contra las dos potencias militares más grandes del planeta.
Esta circunstancia que relato y que me tocó vivir sintiéndome impotente y  desdichada,  es uno de los motivos por los que detesto los mundiales de futbol.
Hay otra razón y es  más poderosa que la anterior: El mundial de futbol, tal y como nos lo presentan a los argentinos es como el  “Pan y circo” romano.  Camisetas y gorros celestes y blancos, banderas argentinas, escudos nacionales, escarapelas por doquier y el himno cantado con un balbuceo incomprensible ahí donde no hay versos ni letra  para cantar.  Considerar que lo máximo del patriotismo es  ganar un partido de futbol  jugado por once jugadores multimillonarios que viven magníficamente en Europa -y la mayoría de las veces no  saben ni expresar lo que piensan-,  es desalentador.  Prender el televisor y ver que lo único importante en estos días es el mundial de futbol de Brasil y pasan inadvertidos los miles de millones de pesos que se gastan en torno del “futbol para todos” es  deprimente.  No se reivindica ni la educación para todos,  ni la salud para todos, ni siquiera el alimento para todos ( y todas ): solo es” futbol para todos para que no nos secuestren los goles”,  sencillamente asqueroso.
Es evidente, al menos para mi, que los argentinos hemos perdido mucho más que la estabilidad económica y la seguridad, hemos perdido la vergüenza.