Tupac Katari fue un cacique de los pueblos originarios de la actual Bolivia, que hacia el fin de la década de 1770, desde un pueblo cercano a La Paz, inicia una caminata de cuatro mil kilómetros hacia Buenos Aires, con la intención que la máxima autoridad del Virreinato del Río de la Plata, el Virrez Vertiz, le reconozca su cacicazgo. Hizo el viaje tan solo acompañado por un par de miembros de su comunidad y si bien Vertiz le otorga su pedido, los españoles de su lugar de origen no lo hacen y a la vuelta de su viaje lo encarcelan. Se desata entonces la gran rebelión aymara, contemporánea a la de Tupac Amaru.
En 1781 Katari, antes de su descuartizamiento dice: “A mi me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”.
Casi ciento setenta años después en 1951, el escritor norteamericano Howard Fast en su novela Espartaco, pone la frase en boca del rebelde esclavo que pone en vilo a los romanos y organiza la gran rebelión de gladiadores del año 73 a C contra el poderoso imperio.
Diez años después de la muerte de Evita, en 1962, el poeta argentino José María Castiñeira de Dios publica un poema dedicado a ella:
Yo he de volver como el día
para que el amor no muera
con Perón en mi bandera
con el pueblo en mi alegría.
¿Qué pasó en la tierra mía
desgarrada de aflicciones?
¿Por qué están las ilusiones
quebradas de mis hermanos?
Cuando se junten sus manos
volveré y seré millones..
Más allá del rigor histórico de esta expresión profética, lo real es que esas palabras merecieron ser dichas por Espartaco, por Tupac Katari, por Eva Perón y por muchos otros cuyos ideales perduran a través del tiempo porque reivindican los valores de libertad, justicia y solidaridad entre los hombres.
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