martes, 26 de mayo de 2015

los pecados de la arquitecta egipcia



La soberbia, pecado capital de la arquitecta egipcia
Todos los ciudadanos argentinos conocemos célebres frases  de nuestra presidente -por deseo expreso  del supremo y extinto Nestor Kirchner- quien  la impulsó hacia el archi codiciado sillón de Rivadavia.
Una de sus más famosas es: “Amo construir, debo ser la reencarnación de un gran arquitecto egipcio", vertida por –cuando no- la cadena nacional en oportunidad de inaugurar un polo audiovisual en la Isla Demarchi en agosto de 2012.
Pero esa no fue la única alusión de nuestra mandataria a la cultura egipcia, ya en marzo de 2010, en otro monólogo -perdón, quise decir discurso-, cuando inauguró un gasoducto en Ushuaia, afirmó: "Me siento como Keops frente a la pirámide terminada".
En realidad se estaba refiriendo al célebre arquitecto egipcio Imhotep, constructor de pirámides y “Tesorero del rey del Bajo Egipto, Primero después del rey del Alto Egipto, Administrador del Gran Palacio...” , según consta en una inscripción hallada en Saqqara (Egipto) en la base de la estatua de Zoser.. Antes de él, nadie había tenido su nombre escrito al lado del de un faraón.
El nombre Imhotep significa “el que avanza en paz” por lo que no parece apropiada la comparación del famoso arquitecto egipcio con el de nuestra “arquitecta egipcia”, que avanza pero no en paz.
En el discurso de ayer, 25 de mayo, la presidente se explayó como siempre, en un monólogo bastante incoherente,  autorreferencial y combativo, con constantes recordatorios a su marido, criticando a la oposición entre otros criticados y al final afirmó: "Olvídense que algunos dicen que soy soberbia y poco humilde, son defectos que tengo”. Fue un choque tremendo para mì saber que “la presidente de los 40 millones” se reconoce soberbia. La soberbia, uno de los 7 pecados capitales, es la exaltación del yo, es la puerta de entrada a otros pecados. Consiste en concederse más méritos de los que se poseen, estimarse muy por encima de lo que uno vale, es una actitud que se basa en adorarse a uno mismo. Sus rasgos son la prepotencia, la presunción, la jactancia, se trata de menospreciar lo que es el otro, no reconocer en los semejantes sus valores, imposibilitar la armonía y la convivencia y conduce a la arrogancia, a la egolatría, al engreimiento. Todas estas, virtudes de  nuestra monarca.
Las personas soberbias  son aparentemente amables, carismáticas, pero se enojan con facilidad, si no se les presta atención, muestran su lado oscuro. La soberbia está asociada  con  la mentira y el autoengaño. Los soberbios distorsionan la realidad, para protegerse de una autoimagen muy frágil, ocultan aspectos  que quieren evadir. Estos individuos  son mentirosos y se convencen que son mejores que los demás.
    Estas actitudes mentirosas se pagan  con un alto costo personal ya que el relato que se fabrica al fin cae y todo se descubre.La  mentira patológica usada para el engaño,  para obtener ventajas y  manipular la realidad y a nuestros semejantes afecta la credibilidad y la confianza haciendo imposible la convivencia en paz.
Si la presidente en un próximo discurso que se transmitirá por cadena nacional continúa con su “sinceridad” deberá decir “El estado soy yo” y “después de mi el diluvio”, con espíritu colaborativo le facilito  esas frases en el idioma original en que fueron pronunciadas:  L'État, c'est moi (Luis XIV) y Aprés moi, le déluge  (Luis XV)
Para finalizar y continuando con mi deseo de colaboración quiero recordar las palabras de San Agustín " La soberbia no es grandeza sino hinchazón y lo q está hinchado parece grande pero no está sano”













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